GUITARRA
 

Testimonio

Sus conciertos han sido escuchados por más de 2 millones de espectadores

Cada vez que tomo la guitarra espero ver con qué me va a sorprender, es un instrumento tan maravilloso y posee tal riqueza tímbrica que cada día descubro nuevos matices. Siempre he tocado guitarras construidas por Ignacio Fleta, son las mejores del mundo, tienen un sonido penetrante y potente que me permite tocar con una orquesta sinfónica sin necesidad de utilizar amplificación. Me gustan las sonoridades puras y la naturalidad, sin innecesarios alardes de virtuosismo. Así me lo enseñó la más grande maestra y concertista que ha existido, María Luisa Anido, una virtuosa que nunca hacía alarde de virtuosismo. No es sólo lo que enseñaba en cuanto a técnica y ejecución virtuosa, y enseñaba mucho, a lo largo de extensísimas clases que a veces duraban siete horas seguidas: lo esencial era que preparaba para pensar por uno mismo, para reflexionar sobre la interpretación más adecuada a cada obra. Fue mi gran maestra y gracias a ella subí por primera vez a un escenario para dar mi primer recital como concertista profesional, a los 19 años, en Palma de Mallorca.

Durante casi una década sólo me dediqué a los recitales, pero cuando descubrí la inmensa satisfacción que da tocar acompañado por una orquesta sinfónica, en 1988, interpretando la Fantasía para un gentilhombre, de Joaquín Rodrigo, decidí consagrar toda mi actividad al mundo concertante. Tuve la fortuna de compartir escenario en los noventa con el legendario Yehudi Menuhin tocando bajo su dirección una preciosa obra de Carlos Guastavino, Jeromita Linares, en un gira con la Camerata Lysy-Gstaad que lideraba Alberto Lisy. Curiosamente, la primera vez que toqué el Concierto de Aranjuez no fue en España, sino en Bulgaria, en 1989. El año anterior había tenido el privilegio de tocar la Fantasía para un gentilhombre en presencia del maestro Rodrigo, primero en su casa de Madrid, a donde acudí en busca de consejo para conocer de primera mano sus indicaciones (me dijo que le había gustado mucho mi interpretación y recuerdo ese momento con especial emoción) y meses después interpreté esa obra en un concierto de homenaje celebrado en Aranjuez al que asistió Rodrigo y su hija.

 

La Fantasía para un gentilhombre, compuesta en 1954 sobre temas de Gaspar Sanz, es un deslumbrante homenaje al gran guitarrista del barroco hispano. Es una música bellísima, por la gracia de sus temas, la riqueza melódica y la vivacidad rítmica, que toco con sumo placer. Pero mi verdadera pasión es el Concierto de Aranjuez, que he tocado ya más de novecientas veces por todo el mundo. Nunca me canso de tocarlo y siempre descubro nuevos matices trabajando con distintos directores y orquestas. Con Fuat Mansurov, por ejemplo, he tocado el Concierto de Aranjuez en salas tan emblemáticas como el Concertgebouw de Ámsterdam, la Philharmonie de Berlín, el Palais de Beaux-Arts de Bruselas y los dos teatros de ópera más importantes de España, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Teatro Real de Madrid. Es una obra mayúscula, perfectamente concebida para la guitarra, equilibrada y muy exigente en la escritura solista. Naturalmente, la joya de la partitura es su maravilloso Adagio, que Rodrigo debió crear en un instante de inspiración divina. La atmósfera de ese movimiento es algo único, irrepetible. El tercer movimiento, Alegro gentile, en el que Rodrigo no hace concesiones técnicas, lo toco como quería el compositor y como indica la partitura, “rítmicamente y a tempo”. La obra jugó además un papel muy relevante no sólo en mi trayectoría artística sino en el plano personal.

A consecuencia de las secuelas físicas provocadas por un accidente automovilístico, en 1996 me vi obligado a interrumpir mi carrera concertística. Pensé dedicar todo mi tiempo al estudio, pero sentía tantas ganas de volver a tocar el Concierto de Aranjuez, de vivir la tensión y la excitación que provoca el compromiso de transmitir al público toda la magia que encierra esta obra, que logré superar las adversidades y reemprender con éxito mi actividad en los escenarios. Cuando preparé este programa, junto a las dos obras maestras de Rodrigo seleccioné dos páginas que ayudan a ofrecer un más exacto retrato musical de la música española: la Sonatina de Federico Moreno Torroba es una obra deliciosa, tan bien escrita para la guitarra que parece hecha por un guitarrista profesional. Nunca entenderé como, siendo una obra tan bonita, se toca tan poco. La otra pieza que completa el programa es la Romanza del concierto de Salvador Bacarisse, una página de serena belleza e intenso lirismo que emociona profundamente.